1. Desarrolla pasión por lo que haces, define tu estilo de enseñanza, se carismática, creativa y deja volar tu imaginación.
2. Recuerda que cada niño aprende diferente, es difícil tenerlo presente cuando te vuelves presa de la evaluación homogénea, la rotulación personal y los programas académicos.
3. Toma a la expresión oral de la mano, si motivas a los niños a expresarse con coherencia y propiedad leerán y escribirán de la misma manera.
4. Emplea una didáctica que resulte interesante y significativa para tu clase. Ayuda a tus estudiantes a encontrar motivos para escribir, comparte textos escritos por ti y valora toda producción escritural elaborado por ellos. Hay tanto por leer y escribir.
5. Obsérvalos a los ojos cuando te hablan, si eres muy alta (como yo =) flexiona tus rodillas, hace mucho bien estar al nivel de nuestros estudiantes. Se de esas maestras que brindan seguridad y acompañamiento. Ten presente que todo cambia cuando alguien se interesa.
6. Elimina la distancia entre los niños y tú. Ellos poseen una especial capacidad para discernir los sentimientos de los adultos y la pedagogía del amor resulta esencial en el aprendizaje de la lectura y escritura.
7. Vuelve a la lectura en voz alta, usa la magia que tiene tu voz, modúlala, utiliza todos esos matices que posee y verás efectos maravillosos en la dinámica de tu clase. Hazlos sentir ese gozo que produce en ti la lectura. Permite que puedan elegir los libros que lleven a casa para leer y comparte con ellos la lectura de esos clásicos que tienen versiones para niños.
8. Desarrolla habilidades y no enseñes TEMAS. Involucra los sentidos en el aprendizaje.
9. Diviértete enseñando y tus estudiantes se divertirán aprendiendo. Crea juegos con las letras, frases y palabras. Recuerda aquellos juegos que tanto te divertían en tu infancia (descripciones, palabras mágicas, busco-busco y no encuentro, memorización de canciones, stop, adivinanzas, creación y dramatización de historias)
10. Deja que tus estudiantes se expresen y se consciente de las etapas del lenguaje. Los niños que argumentan con seguridad y coherencia demuestran que poseen un pensamiento bien estructurado y un lenguaje nutrido desarrollado.
Por: Judith Castillo M.
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