lunes, 18 de febrero de 2013

Del Pasatiempo a la Pasión

Existen pasatiempos que cuando los realizamos en  forma habitual, se convierte en algo más que una simple afición. Hoy les hablaré de ese entretenimiento que con el paso de los años  tomó el carácter de pasión en mi vida “La escritura”.



Ella, se convirtió  a través de expresiones sencillas en una gran amiga y  aunque escribo menos de lo que pienso, cuando lo hago mi mente se libera de la agonía que produce el paso de las horas, y  disfruto al recoger mi cabello, despojarme de los aretes y sentarme frente al ordenador a conversar  con esa voz que habita en mi interior y que  cuando la escucho se materializa en signos que al unirse cobran vida.

Hay instantes en los que escribo para mí y es  maravilloso abrir  el cofre de los recuerdos,  darle  prioridad al placer de sentir,  caer presa en la profundidad del silencio, en todo aquello que sólo se puede percibir, en las huellas que la existencia misma me ha dejado y en la sublime forma de las palabras que poco a poco se entretejen para formar un hermoso tapiz. En ocasiones, la escritura surge como la posibilidad de  hacer un  alto en la monotonía de los días y me dedico a observar el exterior, para guardar en mi pensamiento  imágenes que se combinan con esas palabras que reposan en algún lugar y ese sutil descubrimiento, me  permite  capturar los momentos cotidianos y enmarcar con  palabras cualquier  suceso que se presenta frente a mí.  También, escribo para preservar en líneas algunas de las experiencias que vivo en ese mundo que inventé y en el que viajo inmersa en las  emociones, y,  me refiero a esa  otra pasión “Mi vocación”. Cualquiera que sea el motivo por el que escriba,   cuando lo hago, logro  recrearme, perderme en otro universo y hallarme en el dulce sabor de escribir.

La escritura es para mí, un devenir de sensaciones. Me gusta tener encuentros con ella cuando  la soledad me cobija, la felicidad me envuelve o la nostalgia y la melancolía  me embargan. Podría decir que, la uso como medio catártico para deshacerme de ideas que circundan mi cabeza o como la forma perfecta para levantar mi voz y hacer un llamado frente a esos asuntos que hacen parte de nuestra realidad social.  Aunque, una de las formas en las que más logra cautivarme es cuando se me viste de pedagogía  y logra capturarme  en torno a esos temas de la educación que tanto me interesan y que tienen que ver con la manera cómo concibo la sagrada responsabilidad que tengo de ser maestra.

Siempre he dicho que uno de mis grandes anhelos es aprender a escribir y reconozco que requiero de una mayor disciplina para lograrlo. Pero, no hay nada que me cause mayor satisfacción que saber que puedo eliminar el cansancio, huir del sueño, sentirme dueña de la noche o de esos minutos del día en los que me escapo para regalarme la posibilidad de caminar  entre palabras acompañada de  frases que  evoco por alguna circunstancia y que me impiden concentrarme  en un  aspecto  hasta que por medio de un esfero, el teléfono celular, el primer lápiz, servilleta o cuaderno que encuentre puedo darle  forma.

Ser amiga de las letras y llevarme bien con la escritura me da la posibilidad de organizar esas ideas vagas que asaltan mi mente, de afinar mis sentidos,  eliminar  distancias, centrar la atención en aquellos detalles que bajo otro prisma podrían tener la connotación de secundarios y que dejan de ser volátiles cuando me doy a la tarea de apresarlos. Le agradezco a la escritura el hecho de ser uno de los medios para conservar mi capacidad de asombro y por ello, gran parte de los textos que escribo dejan entre ver esa devoción  que siento hacia la  familia, los amigos, la naturaleza y el amor.

Quienes me han leído, dicen que fácilmente podría dedicarme al periodismo y que es muy cómodo  para mí emplear la crónica como medio de expresión. Yo,  sólo puedo decir ante eso,  que me deleito al relatar en forma cronológica  un suceso y que no me es para nada difícil organizarlo de tal manera que pueda conducir a otra persona de la mano mientras se lo presento en forma escrita. Creo de manera ferviente,  que la escritura no puede existir sin la lectura, porque cuando escribo textos de tipo académico y la utilizo como experiencia previa tengo la capacidad de  argumentar con mayor fluidez. De igual manera, considero que en mi deseo de producir literatura,   una de mis limitantes ha sido el poder salirme de mí. Lo cual, puede obedecer a un  problema de escucha, de conexión con esa otra voz que tiene consigo el autor, y que le da la oportunidad de dar un soplo de vida a los  personajes que habitan en él.

Me gusta leerme en voz alta, una y otra vez. Puesto que, es así como bajo mi criterio, el ejercicio de la re-escritura alcanza un mayor valor y el producto final su esplendor. De la misma forma, me llena de alegría compartir lo que escribo y ver que los textos invitan a sus lectores (los miembros de mis redes sociales) a reaccionar frente a su lectura.   Deseo que ésta pasión, se consolide en mí como un gran talento. Para conseguirlo, sé que debo mostrarle lealtad y continuar otorgándole  un lugar privilegiado en mi vida, porque,  junto a ella me conozco, imagino, sueño y encuentro.  

martes, 12 de febrero de 2013

Mentores y de los Mejores


Esta tarde llega a mi mente Jechu, mientras colorea afanosamente un hermoso dinosaurio de naranja  al tiempo que yo trato de compartir con el grupo los sonidos /que- qui/ y lo evoco pensando en lo difícil que es tratar de centrarme  en un aspecto cuando en mi  mente hay una idea dando vueltas y siento  la necesidad de darle forma.

¿Cuándo empezó todo esto? Fue la pregunta que me hice hace algunos días mientras observaba uno que otro libro que me acompaña  desde mi época de estudiante universitario y los cuales han sobrevivido a todos los inventarios de mitad y final de año,  tiempo en el que me deshago  por tradición  de todo aquello que ya no me es de utilidad.
 Esa noche empecé a buscar entre mis recuerdos y me encontré con un grupo de personas que se encargaron de formarme desde muy niña para ser lo que soy “Una Maestra”. La primera de ellas, alguien a  quien siempre  admiré por  su hermosa caligrafía, su estilo “Palmer” al escribir, quien me enseñó la importancia del buen lenguaje, del uso de nuevas palabras, la adecuada pronunciación y los beneficios de la lectura y del diccionario. Al pensar en esos años,  puedo verla narrándome  historias, transmitiéndonos a mis hermanas y a mí ese amor que sentía por sus raíces, por ese pueblo que hasta el final de sus días  amó y extrañó. Ella,  rompía la distancia haciendo uso de telegramas, donde a través de frases cortas y sencillas nos deseaba lo mejor. Mayo, mi abuela y primera maestra  quien me heredó desde pequeña  sin que lo advirtiera  su pasión por las  letras. No fue necesario para mí tenerla en un aula ya que aprovechaba cualquier situación para enseñarme  por medio de ejemplos sencillos y cotidianos.

Pero alguien más llegó para dejar su huella en mi camino y fue el profesor de segundo de primaria, llamado  Freddy a quien recuerdo con un pantalón café, y una camisa a cuadros. De él me impactó su simpatía, la sonrisa con la que nos recibía y las historias que nos leía en voz alta. Qué maravilloso era verlo con el libro en la mano caminando por el salón o corrigiendo nuestros dictados y haciéndonos concursos de ortografía. De él, rescato lo ameno que puede ser un gran maestro sin llenar de terror. 

Pasa el tiempo y me encuentro con la academia y la memorización, rodeada de hombres en el taller de mecánica industrial, y en medio de todo esto él, mi querido profesor Meza el encargado de enseñarme la importancia del deporte, la disciplina y dedicación en el logro de los objetivos. Llegaba cada tarde en su bicicleta para ayudarnos a combatir con unos monstruos llamados “Romi” unos tornos que mantenía como nuevos y que mis compañeros y yo de su mano aprendimos a manejar.


Y, esos lentes que estoy viendo en estos momentos sólo pueden pertenecer a ella...Patricia, Masbel y Diannys también los recordarán;  son de la profesora Elena Meza,  la conocí  por cosas de la vida en el Sofía Camargo  y por  uno que otro profesor del ITIDA  que para este relato no clasificó. Ella “Elena  la grande”  con sus labios maquillados de rojo y su imponencia y seriedad al caminar. Muy pocas  sonrisas adornaban su rostro, pero la caracterizaba su amor hacia  la literatura. Si me la encontrara hoy le agradecería por exigirme exponer sin fichas o ayudas en la mano, por enseñarme a ordenar mis ideas, por ser la profesora sólo de literatura, por motivarme a expresar en público, por todos los ensayos, resúmenes y obras que nos hacía escribir. Con los años he aprendido que esa ha sido mi clave y que su instrucción  fue fundamental para ayudarme a desarrollar habilidades que creía no tener.

Continúo rebuscando en mis sentidos y  me tropiezo con alguien  que cuando tenía nueve años me llamó su amiga y a los diecisiete junto a su auto color plateado me regaló uno de los consejos que ha guiado mi vida. “En las difíciles pruebas, puedes tomar dos caminos: te dejas llevar por la tristeza y sucumbes frente al dolor, o triunfas y te elevas  a pesar de la aflicción…Yo sé que tú eres de esas personas que triunfarán en la vida Judith” Mi recordado Dr. Leonidas Oyaga y  médico familiar a quien conocí muy niña gracias a mi tía Hono, pienso en él y recuerdo el olor a almuerzo recién preparado de la clínica la Asunción. En cada cita tenía una frase, un obsequio de esos  que le dejaban los visitadores médicos y que pasaban a ser  de mi propiedad. Con su vestimenta impecable, sus manos pulcras y amor por la medicina mucho me transmitió. 

Partiendo de lo anterior, puedo decir que mi vida ha estado llena de maestros, aunque el mejor de todos lo tuve en casa, si,  allí vive mi mayor “Mentor”, él, mi padre, quien llegaba al hogar  con sus ojos llenos de lagrimas y nos contaba que uno de sus alumnos tenía los zapatos rotos y al pasar los días lo escuchaba decir   que lo había invitado a hacer uno que otro trabajo con él en su taller o a almorzar con nosotros. En repetidas ocasiones lo vi aconsejar a jóvenes que tenían  dificultades en sus hogares y que corrían el riesgo de perderse en medio de ellas. Hoy en día son grandes profesionales y creo que fue por la figura de mi papá en sus vidas como “maestro pastor” ya que  siempre estuvo allí, dándoles más que una clase. Él me enseñó que no puedo estar por debajo de lo que requiere mi vocación.  En la actualidad conversamos y aunque un sin número de generaciones han pasado por sus manos  aún mantiene  fervor por su profesión.

Pero no todo termina en este momento porque llega la universidad, la indecisión al elegir la profesión, iniciar estudios de Ingeniería   y después de tres semestres darme cuenta que por los Sistemas, Hardware y Software no sentía pasión.  Identificar mi vocación y elegir vivirla como la he vivido hasta hoy. Que día al conversar con una amiga le decía que  me siento en deuda con unas personas que me dieron a conocer lo que significa tener ética profesional y es lo que me producen mis admiradas maestras de pre-grado la primera de ellas me contagió de su amor por los cuentos, a ella le debo todo el dinero que he ganado en estos 12 años, sembró en mí el deseo por hacerme especial en un aspecto de mi profesión, con ella aprendí a tener una sonrisa, a que no me diera miedo cantarle a mis estudiantes, jugar con ellos, estar en el piso y sentir la magia y la energía que puedo compartirles a través de mi voz. Lina Brugés con /g/ no con /j/ Gracias, porque a través de ti los cuentos llegaron a mí. El día de la inauguración de mi centro de lectura  tú serás la invitada de honor. Liliana Castro y Judith Peña ambas grandes y maravillosas cada una en su hacer, yo seré como ustedes en las aulas de educación superior. Fueron quienes me invitaron a investigar, a sentir el disfrute de  los textos académicos, del análisis y la redacción. Ustedes  fueron mis mentoras cuando apenas empezaba a conocer los vestigios de este mundo que me inventé.

Sumado a todos ellos, un maestro que conocí en el 2007 y desde entonces  a través de la palabra y la pasión que demuestra por la educación es un gran ejemplo a seguir Fernando Vásquez Rodríguez, con su didáctica de la literatura me enamoró en ese taller que dictó en cuatro sesiones en Comfamiliar de la 44 en Barranquilla. Aunque no me conoce,  fue el encargado de ampliar mi visión, me contagió de gusto e interés por la lectura y la escritura. Hoy por hoy leo  su blog y me invita por medio de sus escritos a  transmitir y  contagiar de la buena educación. Junto a él mis dos admirados maestros de la especialización Gilberto Rodríguez, el de la mirada dulce y sonrisa de niño, el que lee en voz alta y  nos lleva a conocer otros mundos, el que me dijo que escriba y  yo le respondí que cuando lo aprendiera a hacer. El profe Gilberto,  él   me enseñó a capturar momentos y a leer la vida. Por último mi gran modelo,  desde que la vida me regaló  la bendición de conocerla, pienso en ella y quiero emularla cuando sea grande. La  maestra que desborda pasión, ética, amor, convicción y deleite por el arte de enseñar. Ella es una de mis artistas favoritas la profesora Gloria Rondón, quien  se ha convertido en una de  mis mentoras  gracias a su práctica en el aula, su ejemplo me ha permitido  planear la ruta que seguiré de aquí en adelante, ella  me reconfiguró la didáctica.

Por último el gran Mentor de todos mi amado Dios, el que guía mis días y me hizo así como soy. Él me reveló una mañana estando con mi mami aquí en Bogotá que podía ser maestra, él me tomó de su mano y me dijo “Éste es el camino”.  Todos ellos me llevan a sentir un profundo agradecimiento por la huella que han dejado en mí. Hoy los encontré mientras tenía un  buen número de tareas por realizar y no me lograba concentrar porque como Jechu  éste dinosaurio estaba  dando vueltas en mi cabeza, fue especial hacer un  alto en mi rutina y darme el  gusto de dejarme llevar por la magia de la escritura. Esa misma que une el pasado y el presente y aunque no hallé respuesta a mi pregunta si sé que todo esto pudo haber empezado al conocer personas que hoy llamo “Mentores” y que como yo sienten pasión por las aulas y la educación.