jueves, 11 de agosto de 2011

Reflexiones Pedagógicas

Por: Judith Castillo M.
La palabra pedagogía etimológicamente deriva del griego -paidos- que significa niño y -agein- que traduce guiar o conducir. Aunque el paso de los siglos, las corrientes e investigaciones han producido cambios significativos en su concepción, la misión para quienes tienen la sagrada responsabilidad de enseñar continúa siendo la misma, desde Platón, Aristóteles, Piaget o Zubiría “Conducir al niño”, “llevarlo de la mano”.
De acuerdo a lo mencionado, no puedo evitar pensar en aquellos pedagogos protagonistas del proceso de enseñanza y en cómo lo hacen, ¿qué concepciones guían su práctica pedagógica?, ¿se encuentran preparados para asumir el reto de enseñar a los niños de esta nueva era? Al reflexionar en torno a lo anterior, llega a mi mente aquel rector de escuela de la fábula “El grillo Maestro” del autor Augusto Monterroso, y lo recuerdo porque vivió suspendido en el tiempo, preso de la difusa concepción de “pedagogía”, que en ocasiones no falta en los recintos educativos del presente, manifestándose al ejercer tradiciones pasadas, en el academicismo abrumador, en la desdibujada concepción del maestro como administrador o en la ausencia de un modelo pedagógico que les defina el camino a seguir.

Repensar en la como la figura del maestro que “conduce” se hace esencial en este momento cuando la tecnología va más a prisa que nuestros pensamientos y donde las necesidades de los estudiantes cada vez son mayores.
Aquí les dejo la fábula...


Allá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los Pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.

Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.

(Augusto Monterroso. La oveja negra y demás fábulas)

Tomado de:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/monte/grillo.htm

martes, 9 de agosto de 2011

Escritora invitada: Yolanda Reyes

Escritora colombiana. Inclinada desde muy temprana edad al cultivo de la creación literaria, ha desarrollado importantes labores de promoción y animación cultural en agrupaciones como el colectivo "Espantapájaros Taller", del que ha sido directora.

Especializada en sus inicios en literatura infantil y juvenil, entre sus obras cabe resaltar títulos como El terror de sexto B (1995) y María de los Dinosaurios (1998). Uno de sus cuentos, Los agujeros negros (2000), fue seleccionado por la editorial española Alfaguara para su colección "Los Derechos del Niño", creada por prestigiosos escritores e ilustradores de distintos países de habla hispana para mostrar a los niños y niñas cuáles son sus principales derechos y cómo lograr un mundo más solidario y más justo.



La Sustancia Oculta de los Cuentos

Los invito a leer una reflexión en cuanto a la esencia de todo maestro de literatura. El fragmento lo tomé de "La Sustancia Oculta de los Cuentos",

Charla para los maestros, con ocasión del lanzamiento de Cuentos para siempre de la colección “Libro al Viento”, del Instituto Distrital de Cultura y Turismo.

Biblioteca Virgilio Barco. Bogotá, Colombia. Junio 18 de 2004



Un maestro de literatura, por encima de todo es, como aquellos contadores que evocamos al comienzo, una voz que cuenta; una mano que inventa palacios y arquitecturas imposibles, que abre puertas prohibidas y que traza caminos entre el alma de los libros y el alma de los lectores. Y para hacer su trabajo, no debe olvidar que, más allá de maestro, es también un ser humano, con zonas de luz y sombra; con una vida secreta y una casa de palabras que tiene su propia historia. Su labor, como la literatura misma, es riesgo e incertidumbre. Su oficio privilegiado es, básicamente, leer. Y sus textos de lectura no son sólo los libros sino también sus lectores. No se trata de un oficio, sino de una actitud de vida. No figura en los estándares ni en los textos escolares ni en el manual de funciones, pero se puede enseñar. Ojalá les quede esa idea clara: que un maestro puede “enseñar” el amor por la literatura mediante su actitud vital, que es el texto por excelencia de sus alumnos. Cuando salgan del colegio y olviden fechas y nombres, podrán recordar la esencia de esas conversaciones de vida que se tejían entre líneas, cuando su maestro sacaba un libro de cuentos y compartía con ellos la emoción de una historia, sin pedirles nada a cambio. Porque en el fondo, los libros son eso: conversaciones de vida. Y sobre la vida, sí que es urgente aprender a conversar.