Un encuentro con Ivar Da Coll

 


 Fueron los trazos  de un chigüiro de tamaño real, los que me llevaron a evocar aquel primer cuento que leí del autor Ivar Da Coll, cuando empezaba a formarme como maestra y promotora de lectura. Mientras el Bogotano le daba forma a la pancita gordita del animal que se convirtió en el ícono de su labor, recordé a Eusebio con un lápiz en la mano, dispuesto a capturar la mejor pose de Ananías.

¡Fue Garabato! Exclamé. Con la misma timidez que caracterizaba a los bebés que se encontraban en la sala de lectura de Espantapájaros Taller. En ese momento me dejé cautivar por el ilustrador, a quien vi tomar el color naranja en su mano para darle vida al pelaje del animal que en la década de los ochenta se descubrió ante él y le enseñó que poseía la ternura suficiente como para quedarse grabado en el corazón de generaciones.

Terminó la primera sesión del encuentro con la lectura en voz alta de Chigüiro y el palo, fue entonces cuando traté de enumerar los nombres de esos invitados especiales que durante más de quince años me han acompañado en mis clases como maestra de primera infancia o promotora de lectura- -Nano, Serpi, Goyo, Anita, Hamamelis, Abo, Ata, Miosotis, el Señor Sorpresa, Rana…- Todos ellos llegaron a la mente del gran exponente de la literatura infantil colombiana solo como un trazo inicial y con el transcurrir del tiempo se convirtieron en compañeros de camino de personas que vivimos y contagiamos el hábito de leer.












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