Hoy recuerdo el perfume de mis vacaciones, el olor a guayaba en el patio de mamá, donde mis primos, hermanas y yo comíamos hasta saciar, me encuentro con la fragancia de la cayena, ellas, rojas y muy brillantes adornaban el patio de Mayo, sí, ese mismo que fue testigo de nuestras travesuras, en el que año tras año sin darnos cuenta crecimos.

Continuo rebuscando en mis sentidos y hallo el olor de la leña y también su cantar, el aroma del tamarindo, de la casa de mi tía Rosa, el mismo que en calurosos días con su sombra en reunión familiar nos acogía, el olor a mazorca cocida con el que mi tío Tico tradicionalmente en su hogar nos recibía, el aroma  a sancocho recién preparado en casa de mi primo Edgar y también el delicioso olor a arena mojada que que la lluvia me traía.

Busco en mis recuerdos y siento el amor hacia ese pueblo hermoso donde nací, sí, ese del que mi papá habla y sus ojos se llenan de lágrimas, el mismo que yo de niña en vacaciones recorrí. Hoy recuerdo al Carmen de Bolívar, aquel donde nació Lucho de Bermúdez y del que yo les voy a compartir.

Al finalizar el período escolar, acompañadas de mi madre hacíamos dos actividades que marcaban el inicio de una temporada maravillosa, la primera visitar al médico, nos hacían exámenes de rutina y al finalizarlos se daba inicio a la segunda actividad, preparar todo lo necesario para viajar. Nuestro padre nos llevaba cada seis meses a ese singular lugar, el único tormento que menguaba tal emoción era pensar que debíamos desplazarnos por espacio de dos horas y media por carretera ya que el olor de la gasolina hacía que el mareo se apoderara de mí. Probaron todos los remedios, trucos y mañas caseras que podían existir la moneda en la mano, el periódico en el abdomen y hasta un sedante para dormir, pero todo esfuerzo fue en vano y las nauseas se convertían en protagonista por muy preparada que pudiera estar.

Al arribar a nuestro destino unos brazos cálidos nos recibían, en sus ojos lágrimas de alegría y palabras entrecortadas de emoción. Al pensar en ella, no puedo evitar imaginar su ansiedad, el anhelo de prepararlo todo, el deseo por vernos llegar. La tía para unos, cuasi mamá para otros, como para mi tía Hono y mi papá, pero para mis hermanas y para mí simplemente “Mayo”, ella fue la heroína de mis “años maravillosos”, nombre de un programa de televisión que hoy, cuando me regalo el beneficio de la distancia comprendo. 

La conocí cuando su edad pasaba los sesenta años, proactiva, industriosa, impetuosa, elegante, distinguida y con una caligrafía que cualquier profesora de preescolar “ósea yo”, envidiaría. Así es “Mayo”, visitarla era nuestro plan vacacional con actividades de rutina que semestre tras semestre se repetían. Llegar a su casa, desayunar, ir donde mis primas, salir por la tarde, detenernos en casa de algunos vecinos y saludar, escuchar ¿son las hijas de Rodo?, ¡que grandes están! debido a nuestra estatura característica eso era algo habitual, llegar a la casa de mamá (nuestra abuela paterna), darle un beso en la frente a papá, saludar a los tíos, primos y con Clau sentarnos a hablar. No había nada más especial que aquel lugar, si lo visitara nuevamente creo que escucharía el eco de nuestras risas, me vería aprendiendo ortografía, jugando con mis primas, haciendo vestidos para las muñecas, organizando bautismos y fiestas de cumpleaños para ellas también, participando en desfiles, jugando a la cocinita, al cacao, a los yaces, al parqués, coleccionando los muñequitos del chavo, atendiendo el almacén, viendo televisión a su lado y hasta sufriendo porque en cualquier momento la guerrilla se tomaría el pueblo.

Mayo,  me ha demostrado un genuino y gran amor, me vio crecer y en los momentos más significativos de mi vida me acompañó. Ella, con sus historias de antaño me enseñó a valorar el Carmen de Bolívar y  a la familia. Me enseñó que no existe amor más sagrado que el de mis padres, porque ella a sus padres también amó. Al pensar en mi infancia siento en mi corazón el mismo amor, ese amor de vacaciones que tanto me regaló.

Existen personas que mientras tú vives viven en ti, te alimentan, te dan vida, ilusión, alegría, estímulo, te dan firmeza, te dan base y te colman de amor.

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