jueves, 28 de febrero de 2013
lunes, 18 de febrero de 2013
Del Pasatiempo a la Pasión
Existen
pasatiempos que cuando los realizamos en forma habitual, se convierte en algo más que
una simple afición. Hoy les hablaré de ese entretenimiento que con el paso de
los años tomó el carácter de pasión en
mi vida “La escritura”.
Siempre he dicho que uno de mis grandes anhelos
es aprender a escribir y reconozco que requiero de una mayor disciplina para
lograrlo. Pero, no hay nada que me cause mayor satisfacción que saber que puedo
eliminar el cansancio, huir del sueño, sentirme dueña de la noche o de esos
minutos del día en los que me escapo para regalarme la posibilidad de caminar entre palabras acompañada de frases que
evoco por alguna circunstancia y que me impiden concentrarme en un
aspecto hasta que por medio de un
esfero, el teléfono celular, el primer lápiz, servilleta o cuaderno que
encuentre puedo darle forma.
Ella, se
convirtió a través de expresiones
sencillas en una gran amiga y
aunque escribo menos de lo que pienso, cuando lo hago mi mente se libera
de la agonía que produce el paso de las horas, y disfruto al recoger mi cabello, despojarme de
los aretes y sentarme frente al ordenador a conversar con esa voz que habita en mi interior y que cuando la escucho se materializa en signos que
al unirse cobran vida.
Hay
instantes en los que escribo para mí y es maravilloso abrir el cofre de los recuerdos, darle
prioridad al placer de sentir,
caer presa en la profundidad del silencio, en todo aquello que sólo se
puede percibir, en las huellas que la existencia misma me ha dejado y en la
sublime forma de las palabras que poco a poco se entretejen para formar un
hermoso tapiz. En ocasiones, la escritura surge como la posibilidad de hacer un
alto en la monotonía de los días y me dedico a observar el exterior,
para guardar en mi pensamiento imágenes
que se combinan con esas palabras que reposan en algún lugar y ese sutil descubrimiento,
me permite capturar los momentos cotidianos y enmarcar con palabras cualquier suceso que se presenta frente a mí. También, escribo para preservar en líneas
algunas de las experiencias que vivo en ese mundo que inventé y en el que viajo
inmersa en las emociones, y, me refiero a esa otra pasión “Mi vocación”. Cualquiera que sea
el motivo por el que escriba, cuando lo hago, logro recrearme, perderme en otro universo y
hallarme en el dulce sabor de escribir.
La
escritura es para mí, un devenir de sensaciones. Me gusta tener encuentros con
ella cuando la soledad me cobija, la
felicidad me envuelve o la nostalgia y la melancolía me embargan. Podría decir que, la uso como
medio catártico para deshacerme de ideas que circundan mi cabeza o como la
forma perfecta para levantar mi voz y hacer un llamado frente a esos asuntos
que hacen parte de nuestra realidad social.
Aunque, una de las formas en las que más logra cautivarme es cuando se
me viste de pedagogía y logra
capturarme en torno a esos temas de la
educación que tanto me interesan y que tienen que ver con la manera cómo
concibo la sagrada responsabilidad que tengo de ser maestra.
Ser amiga
de las letras y llevarme bien con la escritura me da la posibilidad de organizar
esas ideas vagas que asaltan mi mente, de afinar mis sentidos, eliminar
distancias, centrar la atención en aquellos detalles que bajo otro
prisma podrían tener la connotación de secundarios y que dejan de ser volátiles
cuando me doy a la tarea de apresarlos. Le agradezco a la escritura el hecho de
ser uno de los medios para conservar mi capacidad de asombro y por ello, gran
parte de los textos que escribo dejan entre ver esa devoción que siento hacia la familia, los amigos, la naturaleza y el amor.
Quienes
me han leído, dicen que fácilmente podría dedicarme al periodismo y que es muy
cómodo para mí emplear la crónica como
medio de expresión. Yo, sólo puedo decir
ante eso, que me deleito al relatar en
forma cronológica un suceso y que no me es para nada difícil
organizarlo de tal manera que pueda conducir a otra persona de la mano mientras
se lo presento en forma escrita. Creo de manera ferviente, que la escritura no puede existir sin la
lectura, porque cuando escribo textos de tipo académico y la utilizo como
experiencia previa tengo la capacidad de
argumentar con mayor fluidez. De igual manera, considero que en mi deseo
de producir literatura, una de mis limitantes ha sido el poder salirme
de mí. Lo cual, puede obedecer a un problema de escucha, de conexión con esa otra
voz que tiene consigo el autor, y que le da la oportunidad de dar un soplo de
vida a los personajes que habitan en él.
Me gusta
leerme en voz alta, una y otra vez. Puesto que, es así como bajo mi criterio, el
ejercicio de la re-escritura alcanza un mayor valor y el producto final su
esplendor. De la misma forma, me llena de alegría compartir lo que escribo y
ver que los textos invitan a sus lectores (los miembros de mis redes sociales)
a reaccionar frente a su lectura. Deseo
que ésta pasión, se consolide en mí como un gran talento. Para conseguirlo, sé
que debo mostrarle lealtad y continuar otorgándole un lugar privilegiado en mi vida, porque, junto a ella me conozco, imagino, sueño y
encuentro.
martes, 12 de febrero de 2013
Mentores y de los Mejores
¿Cuándo empezó todo esto? Fue la pregunta que me hice hace algunos días mientras observaba uno que otro libro que me acompaña desde mi época de estudiante universitario y los cuales han sobrevivido a todos los inventarios de mitad y final de año, tiempo en el que me deshago por tradición de todo aquello que ya no me es de utilidad.
Esa noche empecé a buscar entre mis recuerdos y me encontré con un grupo de personas que se encargaron de formarme desde muy niña para ser lo que soy “Una Maestra”. La primera de ellas, alguien a quien siempre admiré por su hermosa caligrafía, su estilo “Palmer” al escribir, quien me enseñó la importancia del buen lenguaje, del uso de nuevas palabras, la adecuada pronunciación y los beneficios de la lectura y del diccionario. Al pensar en esos años, puedo verla narrándome historias, transmitiéndonos a mis hermanas y a mí ese amor que sentía por sus raíces, por ese pueblo que hasta el final de sus días amó y extrañó. Ella, rompía la distancia haciendo uso de telegramas, donde a través de frases cortas y sencillas nos deseaba lo mejor. Mayo, mi abuela y primera maestra quien me heredó desde pequeña sin que lo advirtiera su pasión por las letras. No fue necesario para mí tenerla en un aula ya que aprovechaba cualquier situación para enseñarme por medio de ejemplos sencillos y cotidianos.
Pero alguien más llegó para dejar su huella en mi camino y fue el profesor de segundo de primaria, llamado Freddy a quien recuerdo con un pantalón café, y una camisa a cuadros. De él me impactó su simpatía, la sonrisa con la que nos recibía y las historias que nos leía en voz alta. Qué maravilloso era verlo con el libro en la mano caminando por el salón o corrigiendo nuestros dictados y haciéndonos concursos de ortografía. De él, rescato lo ameno que puede ser un gran maestro sin llenar de terror.
Pasa el tiempo y me encuentro con la academia y la memorización, rodeada de hombres en el taller de mecánica industrial, y en medio de todo esto él, mi querido profesor Meza el encargado de enseñarme la importancia del deporte, la disciplina y dedicación en el logro de los objetivos. Llegaba cada tarde en su bicicleta para ayudarnos a combatir con unos monstruos llamados “Romi” unos tornos que mantenía como nuevos y que mis compañeros y yo de su mano aprendimos a manejar.
Pasa el tiempo y me encuentro con la academia y la memorización, rodeada de hombres en el taller de mecánica industrial, y en medio de todo esto él, mi querido profesor Meza el encargado de enseñarme la importancia del deporte, la disciplina y dedicación en el logro de los objetivos. Llegaba cada tarde en su bicicleta para ayudarnos a combatir con unos monstruos llamados “Romi” unos tornos que mantenía como nuevos y que mis compañeros y yo de su mano aprendimos a manejar.
Y, esos lentes que estoy viendo en estos momentos sólo pueden pertenecer a ella...Patricia, Masbel y Diannys también los recordarán; son de la profesora Elena Meza, la conocí por cosas de la vida en el Sofía Camargo y por uno que otro profesor del ITIDA que para este relato no clasificó. Ella “Elena la grande” con sus labios maquillados de rojo y su imponencia y seriedad al caminar. Muy pocas sonrisas adornaban su rostro, pero la caracterizaba su amor hacia la literatura. Si me la encontrara hoy le agradecería por exigirme exponer sin fichas o ayudas en la mano, por enseñarme a ordenar mis ideas, por ser la profesora sólo de literatura, por motivarme a expresar en público, por todos los ensayos, resúmenes y obras que nos hacía escribir. Con los años he aprendido que esa ha sido mi clave y que su instrucción fue fundamental para ayudarme a desarrollar habilidades que creía no tener.
Continúo rebuscando en mis sentidos y me tropiezo con alguien que cuando tenía nueve años me llamó su amiga y a los diecisiete junto a su auto color plateado me regaló uno de los consejos que ha guiado mi vida. “En las difíciles pruebas, puedes tomar dos caminos: te dejas llevar por la tristeza y sucumbes frente al dolor, o triunfas y te elevas a pesar de la aflicción…Yo sé que tú eres de esas personas que triunfarán en la vida Judith” Mi recordado Dr. Leonidas Oyaga y médico familiar a quien conocí muy niña gracias a mi tía Hono, pienso en él y recuerdo el olor a almuerzo recién preparado de la clínica la Asunción. En cada cita tenía una frase, un obsequio de esos que le dejaban los visitadores médicos y que pasaban a ser de mi propiedad. Con su vestimenta impecable, sus manos pulcras y amor por la medicina mucho me transmitió.
Partiendo de lo anterior, puedo decir que mi vida ha estado llena de maestros, aunque el mejor de todos lo tuve en casa, si, allí vive mi mayor “Mentor”, él, mi padre, quien llegaba al hogar con sus ojos llenos de lagrimas y nos contaba que uno de sus alumnos tenía los zapatos rotos y al pasar los días lo escuchaba decir que lo había invitado a hacer uno que otro trabajo con él en su taller o a almorzar con nosotros. En repetidas ocasiones lo vi aconsejar a jóvenes que tenían dificultades en sus hogares y que corrían el riesgo de perderse en medio de ellas. Hoy en día son grandes profesionales y creo que fue por la figura de mi papá en sus vidas como “maestro pastor” ya que siempre estuvo allí, dándoles más que una clase. Él me enseñó que no puedo estar por debajo de lo que requiere mi vocación. En la actualidad conversamos y aunque un sin número de generaciones han pasado por sus manos aún mantiene fervor por su profesión.
Pero no todo termina en este momento porque llega la universidad, la indecisión al elegir la profesión, iniciar estudios de Ingeniería y después de tres semestres darme cuenta que por los Sistemas, Hardware y Software no sentía pasión. Identificar mi vocación y elegir vivirla como la he vivido hasta hoy. Que día al conversar con una amiga le decía que me siento en deuda con unas personas que me dieron a conocer lo que significa tener ética profesional y es lo que me producen mis admiradas maestras de pre-grado la primera de ellas me contagió de su amor por los cuentos, a ella le debo todo el dinero que he ganado en estos 12 años, sembró en mí el deseo por hacerme especial en un aspecto de mi profesión, con ella aprendí a tener una sonrisa, a que no me diera miedo cantarle a mis estudiantes, jugar con ellos, estar en el piso y sentir la magia y la energía que puedo compartirles a través de mi voz. Lina Brugés con /g/ no con /j/ Gracias, porque a través de ti los cuentos llegaron a mí. El día de la inauguración de mi centro de lectura tú serás la invitada de honor. Liliana Castro y Judith Peña ambas grandes y maravillosas cada una en su hacer, yo seré como ustedes en las aulas de educación superior. Fueron quienes me invitaron a investigar, a sentir el disfrute de los textos académicos, del análisis y la redacción. Ustedes fueron mis mentoras cuando apenas empezaba a conocer los vestigios de este mundo que me inventé.
Sumado a todos ellos, un maestro que conocí en el 2007 y desde entonces a través de la palabra y la pasión que demuestra por la educación es un gran ejemplo a seguir Fernando Vásquez Rodríguez, con su didáctica de la literatura me enamoró en ese taller que dictó en cuatro sesiones en Comfamiliar de la 44 en Barranquilla. Aunque no me conoce, fue el encargado de ampliar mi visión, me contagió de gusto e interés por la lectura y la escritura. Hoy por hoy leo su blog y me invita por medio de sus escritos a transmitir y contagiar de la buena educación. Junto a él mis dos admirados maestros de la especialización Gilberto Rodríguez, el de la mirada dulce y sonrisa de niño, el que lee en voz alta y nos lleva a conocer otros mundos, el que me dijo que escriba y yo le respondí que cuando lo aprendiera a hacer. El profe Gilberto, él me enseñó a capturar momentos y a leer la vida. Por último mi gran modelo, desde que la vida me regaló la bendición de conocerla, pienso en ella y quiero emularla cuando sea grande. La maestra que desborda pasión, ética, amor, convicción y deleite por el arte de enseñar. Ella es una de mis artistas favoritas la profesora Gloria Rondón, quien se ha convertido en una de mis mentoras gracias a su práctica en el aula, su ejemplo me ha permitido planear la ruta que seguiré de aquí en adelante, ella me reconfiguró la didáctica.
Por último el gran Mentor de todos mi amado Dios, el que guía mis días y me hizo así como soy. Él me reveló una mañana estando con mi mami aquí en Bogotá que podía ser maestra, él me tomó de su mano y me dijo “Éste es el camino”. Todos ellos me llevan a sentir un profundo agradecimiento por la huella que han dejado en mí. Hoy los encontré mientras tenía un buen número de tareas por realizar y no me lograba concentrar porque como Jechu éste dinosaurio estaba dando vueltas en mi cabeza, fue especial hacer un alto en mi rutina y darme el gusto de dejarme llevar por la magia de la escritura. Esa misma que une el pasado y el presente y aunque no hallé respuesta a mi pregunta si sé que todo esto pudo haber empezado al conocer personas que hoy llamo “Mentores” y que como yo sienten pasión por las aulas y la educación.
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