Me agobia sentir ese monstruo que transforma cada segundo en pasado y que colma de ansias mi ser frente aquel destino que no se puede prever.
Él, es un engendro voraz producto de la mortalidad, que se alimenta de mis acciones y las convierte en evocaciones para luego consumirlas a su antojo.
Se materializa a mi alrededor recordándome con sus múltiples formas que persigue mis pasos con su andar devastador. Es omnipresente, ensordecedor, convencional, caprichoso, abstracto y también abrumador.
Logra llevarme de un extremo a otro, buscando absorberme, precipitarme y angustiarme. Otras veces, quiere sosegarme y con precisión absoluta enseñarme que debo esperar sin desesperar.
Anhelo escapar de su sombra en días como hoy al percibirlo mimetizado en mi existir, persiguiéndome desde que renace la aurora, hasta que al caer el ocaso vigilante mi sueño controla.
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