Codazzi, Montería, Villavicencio, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Bucaramanga y Carmen de Bolívar fueron los destinos turísticos de algunos familiares y amigos durante las últimas vacaciones. Las bondades de la tecnología me permitieron leerlos en la distancia y advertir la felicidad que sentían al disfrutar de la magia que para cada uno de ellos desprenden estos lugares. De igual manera, pude percibir cierta nostalgia para quienes el recorrido es un poco más extenso pero que en su corazón sienten la misma necesidad de regresar a su tierra.
Hago mención de lo anterior, porque pienso que retornar a nuestro pueblo o ciudad, es como percibir una fragancia que despierta las emociones y nos conduce a cruzar ese puente que une el pasado y el presente. En esos lugares en que nacimos o fuimos acogidos por adopción, vibra el poder de nuestras raíces y no se si te sucede igual que a mí, pero, al recorrerlos siento que cuentan mi historia y he llegado a conmoverme al pensar que con el paso del tiempo se convierten en fiel testimonio de mi pasado.
Si crees que estas palabras no son más que el resultado de una aparente nostalgia, te diré que si, y retomaré para admitirlo esta frase del compositor guajiro Rafael Manjarréz “El que nunca ha estado ausente no ha -sufrio- guayabo, hay cosas que hasta que no se viven no se saben” y es que hay que vivirlo para comprender por qué mi tía Lira aprovecha cualquier oportunidad para hacer resonar en Bogotá las notas de un paseo que dice“Tierra de placeres, de luz, y alegría, de lindas mujeres, Carmen tierra mía” y luego no hay nada más sublime que verla bailar con suma elegancia, cadencia y una mezcla de melancolía, orgullo y felicidad. Y no solo ella acude a mi pensamiento, evoco también a un valiente que en toda ocasión manifiesta aún en la tierra más lejana un profundo amor por su país al batir con gran emoción los colores de su bandera.
Diversas son las razones que conduce a una persona a salir de su región o de su patria y paradójicamente al encontrarse lejos de ella, esos detalles que parecían comunes y escasos de importancia toman el carácter de valiosos cuando se les extraña. La apariencia de una calle, el sabor de la comida, la compañía de ese amigo que anteriormente veías casi todos los días, las costumbres y reuniones familiares, los sonidos del amanecer y hasta el olor de la tarde, parecen tan necesarios para ti cuando ya no los tienes.
Para el Joe Arroyo (QEPD), el nombre de Barranquilla significa “La esperanza de la vida”, escuchar esa frase en su canción me llevó a cuestionarme en cuanto al significado que tiene para mí el nombre de mi terruño. Pero, antes de llegar a ella debo darme un paseo por el pueblo de los abue, El Carmen de Bolívar. Un mágico lugar en el que para poder comprender lo que transmite solo tienes que tener en él tus raíces. Allá laten las fibras del amor de mis padres y bajo su sol caminaron y corrieron sus frutos. Visitarlo es tener un encuentro con mi genealogía.
Ahora sí, puedo detenerme en la siguiente estación. El grupo Bananas hace algunos años requirió estar privado de su libertad para contemplar la hermosura de su cielo. Yo requerí salir a escribir mi historia para dotarla de un mayor significado. Llegar a ella para mí significa andar sobre terreno seguro, y esta, no es una frase irónica producto de la ola de inseguridad que por estos días la caracteriza. No, en mi tierra están sembrados mis anhelos, mis ilusiones y florecerán mis sueños. Debido a esto, es mi terreno seguro. Lo mejor de vivir lejos de su encanto es llegar y sentir que soy yo.
Pasarme unos días en Quilla es despertar en mi casa, saludar a mi padre en las mañanas, escuchar Radio Tiempo, dejar que las horas sigan su curso y no hacer nada, sentarme en la terraza con mis hermanas y deleitarme con las ocurrencias de mis sobrinos. Es admitir que aunque el tiempo pase las buenas amistades nunca se olvidan, sentir el abrazo de las personas que me quieren y enojarme frente a la falta de cuidado y de sentido ciudadano de aquellas que no valoran su progreso. Pasear por sus calles es querer detener el tiempo y cerrar mis ojos en la setenta y dos con treinta y ocho con el fin de sentir el susurro de una brisa que sabe a rio y a mar o perderme en el eco de la sonrisa de una compañía que me secunda para salir a tomar esas provisiones que requiero para cuando vuelva a mi realidad.
Que maravilloso es saber que lo sencillo se convierte en esencial y desear capturar para ti esos instantes que la vida te regala y que te servirán de sostén en esos días que están por venir donde quiera que te encuentres. Cuan significativo es mirarte dos mil seiscientos metros más cerca de las estrellas en una ciudad que abrió sus puertas para recibirte, donde te deleitas en medio de un paisaje hermoso y te preparas para un futuro y poder sonreír al allegarte a los recuerdos que solo pueden grabar en tu corazón tu tierra y tu gente.
“siento un palpitar de alegría en mi pecho, bellos sones de mi tierra llegan con el viento. Emociones van dulce es mi lamento y en tu luna currambera bailan mis recuerdos” Cielo de Encanto-Grupo Bananas